La juventud oficialista marchó con nostálgico sabor a Chávez

El mediodía de este sábado estaba coronado por un sol picante, que bañaba la ciudad. Era imposible escapar de él, menos si se caminaba por la avenida Universidad siguiendo en sentido contrario la ruta de la marcha, desde la esquina de Sociedad en hacia la plaza Morelos. Bajo ese astro rey y sobre un asfalto que daba borbotones, estaba a punto de marchar la juventud, al menos aquella que se identifica con las propuestas del gobierno nacional, para terminar llenando la avenida Universidad.

(c) Cambur y Medio INC.

(c) Cambur y Medio INC.

A medida que se bajaba desde la esquina de San Francisco, cuando aún la marcha no comenzaba, se veían grupos de personas que se agolpaban aquí y allá, charlando, debatiendo, riendo. Los motorizados, algunos en funciones oficiales, aprovechaban la avenida vacía y la recorrían casi de punta a punta.

Cinco tarimas en todo el recorrido divertían a los escasos presentes que escuchaban (y bailaban) merengues caraqueños, salsas, rock, ska y, por supuesto, música de protesta, cuya voz indiscutible era la del cantor de la revolución: Alí Primera.

En la esquina de Pele El Ojo, frente al gran (e histórico) Liceo Andrés Bello, era imposible no ver lo evidente. Desde la Plaza Morelos se venía un batallón de gente, bailarín y saltarín, bonchón y dicharachero, que contrastaba con la razón de la marcha: denunciar y oponerse al terrorismo y hacerle honores a “los caídos” Robert Serra y María Herrera.

Robert y María fueron la imagen de la marcha. (C) Cambur y Medio INC

Robert y Hugo fueron la imagen de la marcha. (C) Cambur y Medio INC

Hay que recordar que Serra y Herrera fueron asesinados, hace semana y media, en la casa del primero, y que según se develó hace dos días, habría sido “traicionados” por su propio escolta. Los detalles del caso son cada vez más brutales y explícitos, y las últimas declaraciones oficiales apuntan que fue un acto de sicariato: El golpe a Serra costó 250 mil dólares y 500 mil bolívares en efectivo, cortesía del archienemigo de la revolución, el mismísimo belcebú, Alvaro Uribe; estaba bien preparado y se desarrolló sólo en 5 minutos. El ministro de Educación, Héctor Rodríguez, el pasado jueves, habló de que esta marcha sería la “venganza pacífica” de los jóvenes.

Jóvenes marchando con alegría. (c) Cambur y Medio INC.

Jóvenes marchando con alegría. (c) Cambur y Medio INC.

Estás jóvenes aprovecharon para tirarse una foto para El Cambur (c) Cambur y Medio INC

Estás jóvenes aprovecharon para tirarse una foto para El Cambur (c) Cambur y Medio INC

Jóvenes en la marcha contra el terrorismo y el paramilitarismo

Jóvenes en la marcha contra el terrorismo y el paramilitarismo

Esta joven observa el recorrido de la marcha desde uno de los camiones de sonido

Esta joven observa el recorrido de la marcha desde uno de los camiones de sonido

El clima no era de luto ni de dolor. Ni de venganza. Ni de molestia. Las primeras personas de la marcha llegaron detrás de un camión que traía audio, amenizador, y una planta eléctrica. Era un pequeño grupo que se había adelantado a la salida oficial de la marcha. Los muchachos de varios estados (Sucre, Anzoátegui, Carabobo) hacían una algarabía cada vez que el hombre del micrófono decía “Cómo está la gente de…”. Venían también algunos estudiantes de la Universidad Simón Rodríguez que paraban toda la marcha para ganar espacio y correr hacia el camión al grito de “Una carrerita por la revolución”.

Desde la esquina de Pele el ojo se veía la multitud hasta la Plaza Morelos. (c) Cambur y Medio INC.

Desde la esquina de Pele el ojo se veía la multitud hasta la Plaza Morelos. (c) Cambur y Medio INC.

Diversión y risas al grito de "una carrerita por la revolución" (c) Cambur y Medio INC

Diversión y risas al grito de “una carrerita por la revolución” (c) Cambur y Medio INC

Detrás de la siguiente “fortaleza móvil del audio” venían los verdaderos cabecillas. Apeados tras una pancarta, avanzaban, hombro con hombro, Diosdado Cabello, Héctor Rodríguez, Antonio Álvarez, Yván Bello, dirigentes estudiantiles y líderes de la juventud del Partido Socialista Unido de Venezuela. Parecían despojados de todo cargo y responsabilidad, marchando como cualquiera, hasta el equipo de seguridad, una cadena humana, empujaba a la multitud una y otra vez hasta que llegaron a la tarima en la esquina de San Francisco.

Allí comenzaba a cantar El Pacto. La gente se acomodaba, buscaba sitio para oír lo que se venía, mientras se tomaban las respectivas bebidas, agua, te, papelón y cualquier cosa que se atravesara, para hidratarse de un calor que todo lo envolvía.

Lo demás es historia, transmitida por televisión: Orly Hernández precedió a los hermanos de Serra, Óliver y Bárbara, que no pudieron hilar palabras por la emoción (es de esperarse) hasta que el mismísimo presidente, Nicolás Maduro, tomó el micrófono para pedir Cadena Nacional de Radio y Televisión. Ya en plena alocución, el jefe del Estado, si centró su discurso en Robert, a quien llamó “nuestro joven mártir”, al que “hemos llorado”, y prometió  llevar a la cárcel a los terroristas.

“Empezaron a decir que Robert lo mataron porque era santero. ¡Mentira! Prepararon el crimen, prepararon la impunidad y planificaron después el asesinato moral. No va a haber impunidad y tampoco va a haber asesinato moral”, expresó Maduro a los asistentes.

Lo que siguió, mientras el primer mandatario continuaba con su discurso a los presentes, fue de un sabor amargo y dulce que no se borra de la memoria de quienes allí estaban. Un fuerte aguacero, como el de hace 2 años y 14 días, obligó a apurar el final del acto y le dio a la tarde un nostálgico sabor a Chávez.

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