Héroes de carne y hueso
Se describe a sí mismo como un “guajiro blanco”. Su papá es wayuú y su mamá una “alijuna”, nació en Maracaibo y es Administrador de Empresas, estudiante de un Junior Master en Gerencia de Proyectos. Luis Cambar colaboraba en la Oficina de Turismo de Aruba para mercados emergentes cuando decidió regresar al país. Como amante de la pesca y los deportes acuáticos, tomó una lancha a la Isla de Toas, Municipio Almirante Padilla, la más cerca a Maracaibo, apenas 50 kilómetros, donde se sorprendió por la desidia y la pobreza, pero se enamoró de los parajes naturales.
“60% de la piedra caliza usada para producir cemento y concreto en todo el Occidente del país salen de aquí, pero hay casas de latón y la escuela, que tiene 50 años, no tenía un comedor. Muchas de las calles aún son de tierra”, cuenta cuando pasó de turista relajado a ciudadano preocupado. Les pidió a sus compañeros de clases hacer una “vaca” para ayudar.
El dinero fue insuficiente pero investigaron sobre bioconstrucción. Construyeron las bancas, columnas y techo del comedor con eco-ladrillos hechos de botellas PET, que se encuentran por todo el entorno natural de la Isla de Toas, rellenas de arena. Ahorrando en 60% cabillas y 40% cemento, su presupuesto fue de apenas 20 mil bolívares.
Así descubrieron un cambio conductual que empezó a ser documentado. “Los niños se habían empoderado. Del grupo que colaboró, unos voluntariamente y otros por el Servicio Comunitario, apartamos a los que ejercían influencia, los que hacían bully y los pusimos a cuidar que nadie dañara la nueva obra. Usé lenguaje jocoso para conectarme”. Fue el aprendizaje experiencial.
Antes la escuela debía sustituir los vidrios y pintar las paredes cada tres meses por el vandalismo estudiantil, y ahora, los abusadores se habían transformado en líderes del orden. “Llevamos la experiencia al Congreso Nacional de Gerencia de Proyectos a la Universidad Metropolitana y los tres decidimos profundizarlo”. Hicieron bancas en el Hospital Universitario de Maracaibo y junto a la orientadora y Ronald González, un compañero de clases, formaron la Asociación Civil Eco-luciones.
“Detectamos que otras iniciativas públicas y privadas por la conservación del ambiente habían fracasado, así que apliqué mi experiencia en mercadeo para generar un modelo de negocio sustentable para la microeconomía comunitaria, y entregarles herramientas de administración para la generación de fondos para que fuesen una comunidad autosuficiente”.
“Recolectar requería mucho tiempo y esfuerzo logístico solo para conseguir las cantidades de botellas requeridas para levantar una habitación, pero con que cada alumno llevara 3 botellas plásticas a la semana, venidas del propio consumo de vecinos y familiares, con 700 estudiantes, logramos acumular miles con mínimo esfuerzo”, explicó.
En el Concurso Ideas 2014 conocieron a Miguel Torrealba, que había logrado desarrollar una aparto que convierte 30 botellas PET en un rollo de un kilogramo de filamentos para Impresoras 3D. El precio en el mercado nacional es de 9 mil bolívares. “Nosotros teníamos 40 mil botellas recolectadas, así que decidimos impulsarlo”.
“Hice un estudio de mercado y encontré 40 empresas en Venezuela que requerían este insumo, y entrevisté a 15 de ellas. Eran estudios de arquitectura que imprimían maquetas por 7 mil bolívares y un rollo les duraba un par de meses. Vi que el tamaño del mercado rondaban entre uno y dos millones de bolívares, así que pensé que si podías morder un pedacito de esa torta, lográbamos sustentar el Proyecto Toas”.
Así nació la idea de los Laboratorios Tecno-ecológicos, habitaciones de ecobloques y una Impresora 3D. Actualmente cuentan con 30 niños y adolescentes voluntarios, altamente comprometidos, que investigan, recolectan y han solicitado formalmente tener una materia de educación ambiental en el currículo escolar. Con esta idea ganaron el Premio al Mérito Ambiental Henry Ford, así como el Tercer Lugar como Negocio Social del Concurso Ideas 2015, que les otorgó 280 mil bolívares en diciembre de 2014. “Pero en enero teníamos un 52% de déficit financiero”.
La resiliencia logró que siguieran avanzando. “Cambiamos de estrategia y siempre pensando en mercado hemos decidido levantar un Cine Comunitario, para conquistar a los adultos, que apenas nos han hecho caso. Pensamos en una estructura icónica, estéticamente agradable, que la gente sueñe con vivir en una casa construida así”. Los levantamientos y planos son donados por una firma de ingeniería local mientras estudiantes y profesores de la Universidad Rafael Urdaneta investigan mejores técnicas de bioconstrucción.
Luis ahora brinda charlas y talleres para captar más voluntarios, y lleva la idea a instituciones públicas y privadas para terminar de obtener los fondos, mientras busca un Community Manager. “Queremos generar influencia para que sea la propia gente que solicite un cambio a quienes legislan y que se ejerza presión para que las empresas tomen medidas ambientalmente responsables”.
En un manifiesto en su cuenta de Twitter, Luis llama a corresponsabilidad. “Debemos dejar de ser una sociedad reactiva, no planificada”, señala al decir que Estado y ciudadanos actúan improvisadamente, según el momento. “No es culpa de Chávez ni de Maduro ni de Rosales, aquí podemos traer a Obama, a Lula o a Capriles, incluso a un marciano, y puede arreglar las cosas tres meses pero luego seguiremos actuando igual, con la maraña de corrupción, de apatía, de mala viveza, y como la cañada de Maracaibo que se limpia y se vuelve a llenar de basura. Somos nosotros los que debemos cambiar”, reflexiona.
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