Funcionario Kafka

El presidente de la Asamblea Nacional y primer vicepresidente del Psuv, Diosdado Cabello, ha reiterado desde finales de octubre que

“hay que sacar a los jefes escuálidos del gobierno… no puede haber escuálidos en la administración pública… por muy bueno que sea, así sea astronauta, pero es escuálido, no lo va a hacer bien porque sus intereses son otros… hay que denunciar a los saboteadores internos… no podemos permitir que estén en cargos si no son revolucionarios… la absurda duda es traición…”

No me detendré en el apartheid que como una sentencia recae sobre los servidores públicos que ven truncada su carrera, por más méritos que tengan, por no ser militantes de un partido o por pensar distinto. Tampoco en los antecedentes de la lista Tascón ni en la recurrente acusación de trabajadores saboteadores en cuanto apagón, explosión y mal funcionamiento de las empresas del Estado ocurren por desinversión y falta de mantenimiento. Menos aún en señalar quienes son los que han designado y enrocado a los jefes de los últimos 15 años. La pregunta sería:

¿Qué es un funcionario escuálido?

Escuálido, según el RAE, además de flaco, significa sucio, asqueroso. En Venezuela, los voceros y simpatizantes del gobierno dan esta denominación a los opositores, sean activistas políticos o simples ciudadanos: se es chavista o se es escuálido, así, sin medias tintas.

Las declaraciones antes citadas corroboran que en nuestra administración pública lo importante dejó de ser la formación profesional o académica, los años de experiencia, la honestidad y eficiencia o los valores institucionales. Lo que realmente importa es no ser escuálido.

Franz Kafka, escritor checo quien también fuera funcionario, es reconocido por obras como El proceso, que recrea la burocracia laberíntica de la administración pública, en este caso, los tribunales donde es sometido a juicio el señor Josef K., en un proceso complicado y absurdo, sin siquiera saber de qué lo culpan.

Acá vemos altos y medios funcionarios cuyas virtudes gerenciales se miden en el número de votantes que movilizaron, cuantas consignas corearon y a quiénes endosaron la culpa de políticas públicas erradas. Que piden austeridad y sacrificio mientras derrochan ese privilegio de clases que es tener escoltas, vehículos blindados y todos los gadgets del mercado capitalista. Que, en una correcta interpretación kafkiana, desmantelan instituciones y enredan los procesos por desconocimiento, provecho propio o fanatismo.

[Ser estudioso o andar reclamando por ahí es ser pendejo mi pana, mira los sueldos, no es ser mediocre sino vivo, meterse en la movida que aquí da pa’ todo. Además, si no sigues la línea te la aplican y adiós luz que te apagaste].

Ingresé en la administración pública en el año 2001, como asistente legal de la consultoría jurídica del Ministerio del Trabajo. Luego ascendí a jefe de sala laboral, renuncié, reingresé en el Inces en el área de cooperación nacional e internacional, fui abogado litigante y en la actualidad soy coordinador en licencia sindical por mi condición de presidente electo de Sintrainces. En el ínterin culminé mi especialización en derecho laboral. No milito en ningún partido y ejerzo el activismo sindical con autonomía y firmeza. ¿Eso me hace escuálido astronauta?

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