Selfie: ese autorretrato que no queremos ver

Ni yo me creo que vaya a escribir sobre Selfie y no lo creo porque soy fiel partidaria del “si no tienes nada bueno que decir de algo, mejor no digas nada”. Precisamente por eso, debo reconocer que esta serie me sorprendió.

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No creo haber sido la única que huyó de Facebook ante la fiebre de la selfitis (aunque el virus me siguió hasta Instagram) y, la verdad, es que no creo que nadie tenga una vida tan interesante y variada como para soportar 3 fotografías al día (sí, estoy siendo modesta), todos los días. Pero es que resulta que las tecnologías y las redes sociales nos cambiaron la vida y la dinámica social. Ahora, en lugar de llamar a los amigos para encontrarse en un lugar, suben una foto a las redes y la cantidad de likes equivale a la cantidad de personas que aceptaron la convocatoria. Twisted!

Pues son esas retorcidas formas de socialización las que Selfie nos pone en bandeja de plata en un muy buen vehículo de sitcom/physical comedy porque hacerlo drama lo haría invivible. Selfie bien nos sirve para dar una clase de guion de sitcom 101: pocos sets (la oficina, la casa de Eliza, ascensores y una que otra salida de la rutina), dos personajes antagónicos por definición: la chica plástica que no tiene vida fuera de las redes sociales y el ejecutivo erudito y asocial que se cree superior a cualquier banalidad; y la excusa perfecta para crear tensión sexual entre los personajes: ayúdame a ser menos superficial y yo te ayudo a ser más normal.

¿La excusa? Un video viral que pone a Eliza en ridículo ante sus 300.000 instafollowers la hace buscar ayuda del ejecutivo de mercadeo de producto de la farmacéutica en la que trabaja, bajo la premisa: si reposicionó en el mercado un spray nasal infantil que causaba alucinaciones, puede cambiar mi imagen. Cosa que, definitivamente, es cierta cuando se tienen las herramientas adecuadas. A partir de allí, Henry aplica todos los conceptos de re-branding al personal branding de Eliza, bajándola de su pedestal virtual y haciéndola parte del mundo 1.0.

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Eliza y Henry, los dos personajes principales, están perfectamente bien definidos en carácter puesto que muestran los dos extremos aberrantes de cómo socializamos en la actualidad: vivir en las redes sociales o huir de ellas. En cada capítulo (vi 7) Selfie nos enfrenta con ese extremo banal que no queremos reconocer y con el ermitaño que no sabíamos que éramos. Casi puedo decir que la serie es una obra de arte: o la amas o la odias pero no puedes permanecer indiferente ante ella. Es así como necesitamos una buena dosis de tolerancia y mente abierta para aceptar y comprender a Eliza y otra de paciencia y cariño para no cachetear al Henry.

Por definición, todos sabemos que ambos extremos son malos pero infiero que nos cuesta reconocer cuándo somos ese extremo o no habría tanta gente sumergida y dejándose ahogar –nadando a favor o en contra corriente- por el universo virtual. Así que, en mucho, Selfie es un autorretrato que no queremos ver, así no habría de extrañarnos que la cancelen.

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