Alvaro Uribe: ¿El hombre que salvó a Colombia, o del que se salvó Colombia?

Con motivo de los fallos contra funcionarios del gobierno del expresidente Alvaro Uribe,  ha vuelto a flotar en mi Facebook un artículo del Wall Street Journal que se titula: Alvaro Uribe, el hombre que salvó a Colombia. El artículo no es nuevo, es una entrevista que le hizo Mary Anastasia O’Grady al expresidente poco antes de que terminara su segundo periodo en Mayo de 2010. La entrevista ve con muy buenos ojos al exmandatario. No sólo resalta sus logros en materia de seguridad y economía, y su popularidad, sino que está escrita en un tono que muestra al expresidente como un ser entregado a su país: un funcionario con una gran conciencia del deber público. Un patriota que “…salvó la democracia en una parte del mundo en la que la criminalidad está al alza”.

La entrevista no menciona, por supuesto, los escándalos que plagaron la administración de Uribe. No habla de cómo el 80% de los congresistas elegidos con apoyo de grupos paramilitares (incluyendo al primo del presidente) eran de la bancada uribista. No explica que la reforma que permitió la reelección del mandatario se pagó con notarías y cargos públicos que les dio el gobierno a dos congresistas para que votaran favorablemente la misma. No menciona cómo desde la oficina del presidente se usó al Departamento de Administrativo de Seguridad (DAS) –el servicio de inteligencia del Estado—para espiar ilegalmente a políticos, jueces, periodistas, defensores de derechos humanos y todo aquel que se atreviera a criticar al mandatario públicamente. Tampoco habla de Jorge Noguera –director del DAS nombrado por Uribe en 2002—y cómo éste dejó que grupos paramilitares infiltraran la institución, entre otras cosas, para recoger información sobre líderes comunitarios y defensores de derechos humanos que ellos tenían en la mira. La entrevista,  ni siquiera menciona a los 1500 muchachos de barrios marginales–los famosos falsos positivos—, a quienes miembros de las Fuerzas Armadas vistieron como guerrilleros para lograr asensos dentro de la institución, ni cuenta cómo, cuando pusieron la denuncia, el presidente tildó a las madres de los mismos como “terroristas” o “idiotas útiles de las FARC”.

El artículo tiene cinco años. Lo que dice, o deja de decir, no me parece tan grave, como el hecho de que siga flotando en redes sociales. A pesar de que ha habido condenas por varios de estos crímenes, y buena evidencia de que el expresidente los promovió, el hoy senador Alvaro Uribe, no sólo no ha tenido que enfrentar un juicio por ellos , sino que sigue manteniendo su popularidad por arriba del 50%. Eso significa, que más de la mitad de los colombianos están convencidos de que, o todo lo que se dice de su administración es falso, o, si sucedió, él no tuvo nada que ver. Yo no sé cuál es peor.

Obviamente, al César lo que es del César. Por más en desacuerdo que esté yo con el expresidente Uribe y su interpretación de la realidad colombiana, no puedo tapar el sol a dos manos. La política de Seguridad Democrática que se implementó durante su gobierno fortaleció a las Fuerzas Armadas, devolvió al Estado buena parte del control del territorio nacional, y redujo la fuerza de las FARC. En gran medida, es gracias a dicha política, que hoy estamos negociando un proceso de paz.

Habiendo dicho eso, tampoco podemos utilizar las victorias militares en el conflicto interno como excusa para tapar todo lo demás. Primero, la Seguridad Democrática de Uribe no fue perfecta. La desmovilización de estructuras paramiliaters estuvo llena de irregularidades, y el sistema de ascensos al interior de las Fuerzas Armadas generó incentivos perversos que aumentaron el número de falsos positivos en el país. Segundo, las victorias contra la guerrilla y las mejoras en seguridad no justifican las irregularidades y crímenes cometidos por funcionarios del gobierno, o el hecho de que el uribismo haya hecho hasta lo imposible para que éstos no se juzgaran jamás.  No importa si está asediado o no, ningún estado de derecho debe utilizar su aparato de inteligencia para espiar y amedrentar opositores; ningún estado de derecho debe permitir, o generar incentivos, para que los miembros de sus fuerzas armadas maten impunemente a civiles inocentes; ningún estado de derecho debe utilizar puestos y oficinas para comprar congresistas –menos aun cuando la reforma en juego busca extender el periodo presidencial cuatro años más.

Alvaro Uribe habrá ayudado a derrotar a la guerrilla, pero no salvó la democracia. Si Colombia sigue siendo un estado de derecho no es gracias él. Es gracias a la perseverancia de defensores de derechos humanos, ONGs, periodistas, políticos de diferentes tendencias, y jueces que, a pesar de innumerables obstáculos, e inclusive amenazas de muerte, hicieron su trabajo. Presentaron las denuncias, hicieron las investigaciones, debatieron en el congreso y participaron en elecciones. Gracias a ellos, sabemos lo que pasó y quienes estuvieron implicados. Gracias a ellos Uribe no pudo reelegirse una vez más y le tocó bajarse de la silla presidencial. Gracias a ellos es que hoy se pueden juzgar las irregularidades que sucedieron durante el gobierno uribista sin interferencias del Poder Ejecutivo, así estos juicios no toquen al expresidente jamás.

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