En contra del “odio de clases”
Con una madre de 47 años y un padre de 56 mi primera irreverencia emprendedora fue vencer el sustico que da el llegar a este mundo cuando se pensaba que la “fábrica” estaba cerrada. De pequeño siempre me la pasaba con mis padres en su “negocio” frente al Mercado Periférico de Catia, y allí pase muchas tardes atendiendo a la clientela de “La Criollita”, como se llamaba este local atendido por sus propios dueños.
Cuando cumplí los 10 años, mi papá se enfermó de algo muy raro para mí -con el pasar de los años me enteré que era cáncer óseo-, lo que le limitó subir las escaleras del donde vivíamos, esto nos obligó a mudarnos a un anexo en La California Sur -al este de Caracas-, y así me convertí en su conductor de silla de ruedas por un tiempo. Este cambio de mundo siempre lo ilustro diciendo que pasé de compartir con amiguitos cuyas vacaciones las disfrutaban en populosas playas del litoral central, a relacionarme con chicos cuyos viajes eran hacia Estados Unidos o Europa.
A pesar de que mi padre murió a los meses de mudarnos, esta nueva realidad me mostró que teníamos a dos países en frente, y con el pasar del tiempo afianzó mi compromiso de servicio hacia el otro y me ha impulsado a trabajar como emprendedor social en mi país.
Siempre he dicho con orgullo que me crié entre Catia y el 23 de Enero, y lo continuaré diciendo. También afirmaré que aunque mis padres no terminaron la primaria supieron sacar adelante una familia procurando que sus hijos se superaran en base al estudio y al trabajo. Pese a las dificultades económicas que pudimos haber atravesado, el legado que me entregaron mis padres ha sido el de aprender a ser perseverante y no doblegarme ante las dificultades.
Cuento esto porque Venezuela ha entrado nuevamente en una etapa de crispación y para algunos, esto pareciera ser un problema de ricos contra pobres, de oeste versus este de la ciudad, gente estudiada en contraposición con la gente que no tuvo acceso a la educación, y pare usted de contar cuantos antagonismos podemos enumerar que “supuestamente” nos muestran irreconciliables.
En tiempos en los que se incita al “odio de clases”, y hasta se promueven acciones que desconocen a quien pueda tener diferencias sociales, urge advertir la amenaza del ver al otro como un “burguesito” o un “malandro”, sin darnos cuenta que estamos cayendo en una terrible generalización que nos impide identificar nuestras potencialidades compartidas.
Estoy seguro que no todo es tan malo en nuestro pasado y que en nuestro futuro aún es posible construir una sociedad en la que todos quepamos. Venezuela está llena de testimonios de gente emprendedora que han venido de abajo y han “echado pa´ lante” con trabajo y entusiasmo. La tarea no es sencilla, pero tampoco imposible. Para construir el país que queremos en el país que tenemos es hora de reconocer esas lecciones de superación y -con irreverencia- tumbar las barreras de los prejuicios y el resentimiento. ¿Estás dispuesto a dejar el sustico hacia quienes percibes diferentes a ti y tender puentes entre los venezolanos? #LaCosaEsEmprender.
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