Sufrir la vinotinto


De niño no fui fanático de los deportes de equipo. Sí, soy caraquista, pero eso responde a la tradición familiar de un país beisbolero. Solo me animaron los deportes asiáticos como el tae kwon do y el kung fu, más individualistas y a contravía de mi sangre caribe.

Pero siempre hay una excepción. El fútbol de selecciones. Sí claro, a casi todo el planeta le gusta el fútbol pero a mí solo me anima si se trata del Mundial, la Copa América y por supuesto, la Vinotinto. El torneo Apertura, la Champions y el derby Barcelona – Madrid, me tienen sin cuidado.

Ignorando porqué, en un extraño acto de masoquismo patriótico, me sentaba esperanzado a ver las goleadas de nuestra selección 10 a 0. Perdí la cuenta del chalequeo recibido por mi obstinada y ciega fe. Quizás fue el germen de mi apoyo a las causas utópicas.

Luego llegarían Omar Pastoriza y las primeras victorias; Richard Páez y el boom Vinotinto; César Farías y la consecución de hitos como el 4to. lugar en la Copa América 2011. Pero a pesar de los avances, ninguno logró clasificarnos a un mundial de la máxima categoría.

El de Brasil 2014 se nos escapó de las manos como portero que ve el balón perforar las redes. Un mundial, que valga decir, será recordado por sus elefantes blancos en la construcción de estadios, la represión de manifestantes en contra de la corrupción y el despilfarro, y las humillantes goleadas a los favoritos España y Brasil. En cambio Costa Rica y Colombia dejaron gratas noticias, Argentina no defraudó y Alemania ratificó su buen momento.

La directiva (vitalicia) de la FVF, luego de 7 meses de la renuncia de Farías, anunció la designación del nuevo técnico y con él las nuevas angustias y altibajos de mi salud emocional. Mucho nadar para terminar en la orilla pues Noel “Chita” Sanvicente debió tomar las riendas desde hace unos cuantos años.

Sanvicente, último campeón nacional con el Zamora F.C. y quién llevara a la cúspide al Caracas F.C.; es el técnico más ganador del patio local con 7 títulos absolutos en primera división. Además de conocedor del fútbol venezolano, es un técnico con vocación ofensiva y buen trato de la pelota.

Le deseo al “Chita” la mejor de las suertes en este ciclo que apenas comienza. A esta altura del juego no queremos volver a ligar resultados ajenos y pedir milagros de última hora. Un fanático no entiende de estructuras incipientes y políticas fallidas. Quiere resultados.

Familiares y amigos, conscientes de mi obsesión patológica, me insisten en que la única forma de que la Vinotinto gane los partidos es cayéndole a tiros a los otros jugadores. Que los 12 hombres más malos del mundo son Osama Bin Laden y la Vinotinto, pero que ya la CIA se encargó de eliminar al afgano.

No me convencen. Dicen que el fútbol es una alegoría de la guerra con su campo de batalla entre continentes y países, o incluso una sublimación sexual donde el objetivo primario es moverse hasta penetrar el arco y gritar el gol como un orgasmo colectivo. Y tal vez eso sea Venezuela, un país que intenta y no llega. Quizás nos haya jodido no haber clasificado a un mundial de fútbol. La gente enfocaría su atención en el equipo y no en ideologías alienantes.

Por mi lado, el apoyo irracional a la Vinotinto seguirá incólume partido tras partido. Y con él, placer y sufrimiento.

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