Decisiones: alternativas a la crisis desde la oposición

La semana pasada los venezolanos escucharon dos declaraciones importantes de la oposición. En rueda de prensa Henrique Capriles dio su diagnóstico sobre la crisis que atraviesa Venezuela y anunció medidas concertadas con otros sectores de la MUD. Lo mismo hicieron María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López. Hasta el día en que se escribe esta columna, sin embargo, no se sabe lo que van a proponer. Tanto Capriles como Machado, Ledezma y López están de acuerdo en que la situación es crítica y es necesario actuar unidos. También concuerdan que tanto la calle como las elecciones son avenidas de cambio y no se puede desechar ninguna de las dos. Cómo van a usar esas avenidas, cuál va a ser el objetivo específico cuando salgan a la calle, o qué tipo de elecciones van a utilizar es una incógnita sin respuesta aún.

Y no es cualquiera incógnita. Es evidente, para opositores y chavistas, que el gobierno está empantanado. Venezuela enfrenta su peor crisis económica en décadas y el presidente Nicolás Maduro, encasillado como está por distintos sectores al interior del chavismo, no se mueve ni pa’ adelante ni pa’ atrás.  Como lo dijo el sacerdote jesuita Luis Ugalde en su entrevista, cualquier solución a la crisis pasa por cambios en ese gobierno. Qué cambios y cómo sucedan, sin embargo, es tan importante como el hecho mismo de que se den.

En su comunicado Machado, Ledezma  y López dicen que la mejor “contribución” de Maduro sería su renuncia. Ellos parecieran favorecer el uso de la protesta pacífica y apegada a lo que permite la Constitución para presionar cambios en el ejecutivo. Venezuela es un sistema “hiperpresidencial”. Quien controla la rama ejecutiva juega el juego en asiento preferencial. Si Maduro renunciara y se llamara a unas elecciones presidenciales, la posibilidad de sentarse en esa silla sería grande para la oposición. Sin embargo, es una estrategia riesgosa. Primero, la mención del tema en una protesta popular podría desatar nuevos procesos en contra y detenciones de miembros de la oposición. La MUD no puede seguir perdiendo a sus líderes así. Segundo, la renuncia de Maduro no es un llamado a elecciones automático,  alguien las tiene que convocar y no es claro que el Vicepresidente chavista o la Asamblea Nacional se vayan a prestar para eso. No sería la primera vez que en Venezuela se brincan los plazos de este tipo de procesos. Tercero, inclusive si hay elecciones presidenciales treinta días es poco tiempo para organizar una campaña electoral, especialmente cuando hay más de un posible candidato. Con un 40% de los votantes indecisos, cualquier división del voto al interior de la oposición podría dar al traste con la elección.

Capriles, por el contrario, pareciera favorecer las elecciones parlamentarias. En su rueda de prensa dejó entrever que preferiría una estrategia en la que la calle se usara como apoyo a las elecciones para la Asamblea Nacional. Enfocar baterías hacia las parlamentarias significaría, por supuesto, abandonar la idea de poder competir por ocupar la silla presidencial. Sin embargo, si bien la Asamblea tiene menos poder que el Presidente, lo cierto es que conseguir la mayoría del cuerpo legislativo no es nada despreciable. Desde allí se pueden limitar los poderes del presidente, fiscalizar al Poder Ciudadano y a la rama judicial. Las parlamentarias cuentan además con otras ventajas. Primero, están en el calendario: existe el entendido de que se deberían convocar este año. Nadie estaría pidiendo nada extraordinario, sólo que se realizaran comicios que de todas formas tocar realizar. Segundo, son elecciones que le permitirían a la MUD presentarse en toda su diversidad. A diferencia de lo que pasa en unas elecciones presidenciales en dónde sólo se puede nominar a una persona, las elecciones parlamentarias permiten nominar a una o dos en varios estados. Si bien es algo que de todas formas toca negociar, el hecho de que haya varios candidatos hace más fácil esa discusión. Finalmente las parlamentarias serían vistas con mejores ojos por aquellos que todavía se suscriben al chavismo. Mal que bien hacen parte del proceso electoral normal. Si la oposición llegara a ganarlas, contrario a lo que sucedería en unas elecciones presidenciales presionadas desde la calle, los chavistas posiblemente se sentirían menos atropellados y estarían más dispuestos a respetar el resultado electoral.

Ahora, independientemente de lo que se decida en las reuniones que están teniendo los líderes de oposición, la labor de la MUD es titánica. Para ganar en las urnas, no es suficiente que la gente esté cansada del gobierno. El hecho de que –como señalan los líderes opositores—80% de los venezolanos quieran un cambio no significa que tengan en mente un ascenso de la oposición. Como lo dije anteriormente, 40% de los venezolanos no se identifica ni con el gobierno ni con la oposición. Estas personas están cansadas de la crisis y creen que es culpa de Maduro, pero no están seguros que quieran ver a la MUD en el poder. Es necesario dar una propuesta alternativa, prometer un país, para que estas personas se movilicen a favor de la oposición. Dicha propuesta alternativa debe contemplar las demandas de aquellos que se oponen al gobierno, pero no puede olvidar las conquistas de aquellos que no se suscriben a la oposición. La pelea por una Venezuela plural significa que todos, de acuerdo o en desacuerdo, tienen voz y voto y a nadie, absolutamente a nadie se le puede silenciar.

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