Del dolor de China brotó la Infancia Misionera

Resulta que en 1843 un obispo francés llamado Augusto Forbin Janso (1785-1844), recibe noticias de sus colegas curas que se encontraban en China, sobre la situación desfavorable en la que se encontraban las niñas y los niños del gigante asiático. Se cuestiona y reflexiona: “¿Quiénes mejor que los niños cristianos para cuidar y proteger a esos otros niños de todo el mundo que precisan ayuda desesperadamente?”. De esta forma decide promover en su ciudad; Nancy, que los niños ayudaran a sus pares por medio de la limosna y la oración, o lo que es lo mismo del compartir y de pensar en ellos, fundando la Infancia Misionera.

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Para esa fecha China, se encontraba saliendo de la “I Guerra del Opio” la cual comenzó en 1839 cuando las autoridades Chinas en un intento por proteger a su población del consumo excesivo de opio promovido por comerciantes de Gran Bretaña, destruyen cargamentos británicos de opio. Ese mismo año Lin Zexu, comisionado imperial para detener el tráfico extranjero de esta droga en su país, le había escrito a la reina Victoria intentando razonar y esperando su apoyo para frenar esta plaga y a su vez notificándole que una medida de prevenir el tráfico ilegal de la droga será destruir cuanto cargamento de opio llegara:

“(…) Todo opio que se descubre en China se echa en aceite hirviendo y se destruye. En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con opio a bordo será incendiado (…) Entonces, no solo no obtendrán ningún beneficio de nosotros, sino que se les arruinará en el negocio. (…) No diga luego que no se le avisó a tiempo.”

El enfrentamiento bélico culminó con la firma del tratado de Nanking en 1842, otorgándole un conjunto de concesiones socioeconómicas a Gran Bretaña por parte de China como por ejemplo, cederle Hong Kong y permitirle entre otras cosas, la entrada de misioneros cristianos al imperio Chino. Posteriormente, aflora nuevamente el conflicto y se produce la “II Guerra del Opio” (1857-1860), en esta ocasión se suman Francia y otras potencias extranjeras, (la venta de esta droga era demasiado lucrosa para las potencias extranjeras, pese al gran daño que producía en la sociedad) doblegando una vez más la soberanía de China sobre su propia sociedad.

Paralelamente, China se enfrentaba a la “Rebelión de los Taiping” (1851-1864) liderado por el converso cristiano Hong Xiuquan, el cual se creyó ser un tipo de mesías emparentado con Jesús y promulgaba ciertas prerrogativas “agro-revolucionarias y nacionalistas anti Manchúes” según, Patricia Mecchia, (Observatorio de Conflictos, Argentina).Sin embargo esto sometería a China a una guerra civil en contra de la dinastía Qing, ocasionando la muerte de unas 20 millones de personas.

En una sociedad que estaba infectada por el tráfico de drogas por potencias extranjeras, por un lado, y por el otro con un panorama tan desolador y violento como el descrito, no es de extrañarse que existiera una fuerte descomposición social y política que amenazara la vida de las niñas y los niños. Tristemente este panorama no mejorará, el siglo XIX China lo cerrará con la primera guerra Chino-Japonesa (1894 1895).

El siglo XX seguirá siendo desolador y triste para los niños. El español Francisco Javier Ochoa, obispo de Kweitehfu, en la provincia de Hunan, describe la situación de la niñez en unas cartas dirigidas a sus superiores:

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“…Habían venido a ofrecerme tres o cuatro niñitas, y como eran creciditas temía que si no las aceptaba las vendieran para malos usos… Si V.R está presente, seguramente se le habría escapado alguna lágrima al ver las caras de hambre y miseria de las pobres creaturas… La misma tarde vinieron a ofrecerme un niño pequeñito, también sin padre ni madre…” (5.02.1925) “…También va una fotografía de una niña que encontramos abandonada y muerta, sin duda, por sus mismos padres. Estaba en un lugar bastante transitado y visible, lo cual indica que para cada una que hallemos de ese modo, habrá ciento que serán enterradas para que nadie las vea….” (3.8.1925).

Para hacerle frente a esta realidad Ochoa, llevó desde España a Kweitehfu, a tres de religiosas (Esperanza Ayerbe, Ángeles García y Carmela Ruiz) para que se encargaran del cuidado y la atención de esas niñas que eran abandonadas.

¿Qué los niños ayuden a otros niños? ¡Claro que sí!

Estos son algunos de los antecedentes y precedentes de esta obra quizás un poco obviados. Al inicio su principal objetivo, aunque no exclusivo, era: “liberar de la muerte y de la miseria las vidas de los niños”. En pleno siglo XXI, este movimiento tiene una vigencia sorprenderte. Trascendiendo el aspecto confesional, ¿Por qué no apelar a la generosidad de los más pequeños de todas las culturas, incluyendo la de Venezuela con sus pares?. Para ello necesario es, cultivar en cada niño el valor de la solidaridad, el interés por lo que la suerte de otros niños, el desprendimiento de lo material, la entrega generosa y sobre todo, el desarrollo de la empatía. Estos valores cultivados en la Infancia Misionera garantizan adultos comprometidos con el desarrollo de la humanidad y sobre todo, adultos sensibles al sufrimiento de sus hermanos. He aquí el valor ético de este movimiento y su bondad.

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La niña y el niño: “mira a todos los hombres con ojos de hermanos. Goza de poder dar y de que los otros puedan gozar al darle. Está siempre al servicio. Sabe que su persona es más necesaria que su dinero. Es generosa y generoso aunque le cueste. Busca soluciones y las encuentra y siempre piensa en “nosotros” ”, se puede leer en el decálogo de este movimiento. Estos son principios con validez universal necesarios en todas nuestras sociedades.

El aporte económico que cada niño ofrece, el cual puede ser una parte de su merienda o de un regalo que le hayan dado, es sumado a un Fondo Universal de Solidaridad que luego es distribuido para financiar centros de distribución de alimentos, casas de acogida para niños abandonados, hospitales, escuelas y otras obras sociales dirigidas exclusivamente para niñas y niños en los países más pobres de los 05 continentes. Solamente en el año 2013 de este fondo, se aprobaron 15.665.532,90 millones de euros para en el 2014 financiar 2.868 proyectos solidarios a nivel mundial.

Este movimiento busca dar a conocer la vida y mensaje del campesino Jesús de Nazaret, y desde ahí hacer brotar de las niñas y los niños los más bellos sentimientos de solidaridad hacia quienes sufren, y tienen necesidades. ¿No es esto hermoso? Yo doy fe de esto, yo fui uno de esos niños que aprendió el valor de la solidaridad y amistad en esta obra, por eso hoy 25 de enero,  Jornada Mundial de la Infancia Misionera saludo a esas niñas y niños que han abierto su corazón a la generosidad.

En Venezuela, la Infancia Misionera está presente desde inicios de la década de los años 60.

 

 

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  1. Mil bendiciones a la GRAN FAMILIA MUNDIAL DE LA INFANCIA MISIONERA,BRYAN HIJO HERMOSO ESTOY ORGULLOSÍSlMA DE SER TU MADRE BRYAN

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