País de tripas corazón

El día a día del venezolano del siglo xxi está plagado de una letanía de miedos, desconfianzas, desabastecimientos, inflación, agresiones, balas, duelos, huidas, entre otras adversidades que muestran la crisis de un modelo que a la fecha no da señales de pronta recuperación, peor aún: avizora una profundización en su deterioro que nos podría afectar con mayor fuerza.

Esta realidad es percibida por muchos con desesperanza, resignación y la creencia de que no tenemos la capacidad de recuperarnos de esta mala hora que experimentamos. No pocas veces se me ha interrogado con la pregunta: ¿Cómo se puede emprender en un país así? Como queriendo hacer ver una verdad indiscutible e invitando a “apagar la luz” para irnos todos.

Confieso que no estoy ajeno a todos los factores de riesgo que nos aquejan, de hecho, mientras hago mi mejor esfuerzo por generar excusas que nos impulsen a cambiar esta realidad, a diario espero no salir sorteado en nuestra “lotería de la destrucción”. Es en este punto de la historia que me pregunto si realmente: ¿Podrán ahuyentarnos, barrernos y pulverizarnos a todos?

La verdad es que no podrán, pero eso no indica que saldremos ilesos de esta hecatombe a la que estamos asistiendo, por eso es importante hacernos de herramientas y enfoques que nos ayuden a afrontar el temporal sin desesperanzas aprendidas, ni falsos optimismos. Al respecto, quiero tomar un concepto de la psicología que en nuestro contexto no solo aplica a casos particulares, sino que da pistas para la inminente reconstrucción social que nos toca encarar: me estoy refiriendo a la resiliencia.

La resiliencia define el resorte de los que, habiendo recibido un golpe, han podido sobreponerse. Se refiere a la combinación de factores que permiten a una persona a afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida, para así hacer posible una vida sana en un medio insano. Esto puede suponer no solo la resistencia frente a la destrucción y la protección de la propia integridad en condiciones amenazantes, sino también la capacidad de enfrentar adecuadamente las dificultades, de una forma socialmente aceptable y constructiva. Quien desee profundizar en esto puede revisar el aporte de autores como Suárez, Rutter, Vanistendael sobre este tema.

Para que la resiliencia sea posible, es imprescindible superar el derrotismo y dejar de vernos el ombligo. Considero pertinente explorar las lecciones que no solo nos dan las personas, sino las sociedades que han logrado superarse con reflexión, iniciativa, creatividad, autonomía, solidaridad, trascendencia, buen humor, entre otros atributos que se ponen a prueba en momentos de crisis y hacen posible una transformación positiva.

Si algo sabemos los emprendedores es hacer de tripas corazón para sobreponernos a las caídas y perseverar, por eso urge alentar liderazgos que faciliten que la gente crezca y desarrolle sus potencialidades en medio de las adversidades. Hoy más que nunca Venezuela merece vernos fortalecidos como personas y, colectivamente, nos toca juntar nuestras voces para apostarle a la vida, la paz y la prosperidad para todos. Otra realidad aún es posible. #LaCosaEsEmprender

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