A quien le pica, se rasca

Bueno, todos sabemos que la vida no es sólo romance y risas, así que, habiendo dejado atrás How I met your mother, volvamos a lo que más me gusta: la investigación criminal. El capítulo de Criminal Minds que salió al aire esta semana por Axn (S10E04) encendió en mí varias alertas que me gustaría compartir con ustedes. No niego que haya algún posible riesgo de spoiler pero no creo que eso vaya a desanimar a quienes se interesen por un análisis profundo de lo que vemos; la gran ventaja con una serie de este tipo es que no necesitas haber visto las 10 temporadas anteriores para entender el punto.

Deshacerse de los delirios nos hace más sabios que aferrarnos a la verdad”. Ludwig Borne

Para quienes no conocen la dinámica de esta serie, cada capítulo abre y cierra con una cita del algún reconocido autor que sirven de hilo conductor y conclusión para el caso que se presenta. La anterior fue la frase final de esta semana y el capítulo versó sobre un criminal que mató a dos personas en lo que, para él, era la búsqueda de la verdad.

El punto es que él sufría del síndrome de Morgellons (una afección psico-neurológica que le hacía creer que estaba infectado con algún tipo de parásitos), lo cierto es que tenía una picazón constante en un brazo (donde creyó tener los parásitos) y, aunque los médicos le explicaron que era producto de un tratamiento con determinado medicamento, él seguía pensando que en el Centro de Control de Enfermedades le habían infectado con cucarachas bajo la piel.

parásitos

Una persona en estas condiciones tiende a desarrollar también trastornos de tipo obsesivo compulsivo, por lo que él se sometía a pruebas y procedimientos quirúrgicos efectuados por sí mismo en su lucha por comprobar sus teorías; los puntos álgidos de su comportamiento llegaron cuando propició la muerte de un periodista y mató a un entomólogo (casos por los que comienza la investigación). En el camino, se une a un grupo de apoyo para personas con este síndrome pero no para ser ayudado, sino para convencerles de que son víctimas de una macro conspiración del gobierno de EE. UU. contra sus ciudadanos. La sorpresa: lo consigue, al menos con una.

gurpo

En mucho el capítulo deja ver cómo la obsesión compulsiva del victimario se aleja de la búsqueda de la verdad para dirigirse a la búsqueda de alguien que le diga lo que él quiere escuchar. Lo mismo pasa con la chica que se suma a su causa, sí, digo que se suma a su causa porque, a pesar de que no se vio involucrada en ningún crimen, en una de las escenas finales confronta a una de las agentes con los mismos argumentos disociados del protagonista de la historia. A pesar de la retahíla de hechos que señala la agente en defensa la de la aprehensión del criminal, que incluyen el tratamiento con el cual el criminal mejoró sus síntomas y el secuestro e intento de asesinato de la mejor amiga de la chica y directora del grupo de apoyo, la vehemente joven concluye -palabras más, palabras menos- que la aprehensión del criminal es un montaje del FBI para esconder esa verdad que ellos descubrieron: el gobierno busca cómo enfermar a su gente.

A lo largo del capítulo, los agentes de la Unidad de Análisis del Comportamiento (BAU, por sus siglas en inglés) del FBI dan unos buenos datos acerca de la neurosis colectiva, de cómo se van perdiendo esos límites de la realidad y los juegos de la mente y de lo peligrosos que pueden ser cuando se comparten; razón por la que no descarto que veamos un rebote de un caso similar más adelante, en manos de la pupila del criminal de este capítulo. Pero lo que de verdad me hizo pensar fue: ¿hasta dónde queremos saber la verdad y hasta dónde estamos buscando quién sólo valide nuestra visión de las cosas? ¿Es sano este comportamiento?. Recuerdo que, cuando era casi una niña, el mejor maestro que me ha tocado en la vida me decía que la vida era como la universidad: no se trataba de memorizar datos sino de confrontarlos, analizarlos y concluir teorías propias; aunque en la universidad de hoy en día puede que no aplique mucho. Hoy me pregunto ¿en qué momento se nos olvidó que la verdad absoluta no existe? Para cerrar (y reflexionar), les dejo la frase que abrió el capítulo:

¿Qué les pasa, discordantes sinvergüenzas, que rascar la pobre picazón de vuestra opinión les produce costras?” William Shakespeare

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